A veces es difícil retomar los pensamientos. Por eso inició esta escrito en una nota del celular. Son las 11:30 del 25/08/2020 y estoy en turno. No tengo pendientes y me disponía a dormir. Y pensaba. Pensaba en que no puedo pensar en nada distinto a pensarte. Que seguramente tú no harás lo mismo, porque te creo indiferente a todo esto de estos meses, de este año. Porque aunque así no lo fuera, que importancia tendría sino lo conozco, sino lo sé de ti. Si conservo la duda.
Pensaba en el vacío que siento, no por tu ausencia, sino por
encarar la realidad a la que tanto le huí, y es que nunca estuviste ahí. Solo
fuiste un espejismo, mentiras con las que construiste sin nada de esmero la
fachada escueta con la que te mostraste a mí.
Todos estos pensamientos que se han vuelto recurrentes. Que se
tornaron incisivos y que por tal razón hace ya un par de noches decidí no ignorarlos
y encararlos “…it's time to face the truth” reza la letra de uno de esos
artistas de todos mis afectos.
Y digo esto, porque sin saberlo en ese momento, no hace
mucho realmente, fue de mis mejores decisiones, zambullirme de golpe en esa
incesante tormenta de reproches de mi subconsciente y regalarme algo de
tranquilidad, que me permitió dormir de manera reparadora.
Todo es una ironía, un sin sentido. Sino hay un propósito en
nuestras acciones, que propósito tenemos nosotros mismos. Me vuelvo el más renegado nihilista cuando con pretendo ser trascendental.
Creo que el hecho de permitirme encarar las cosas y atreverme
a pausarlas. Es decir, asumir mi realidad en un momento, conciliar mi sueño y
retomar ahora un par de días después, es la muestra mas fehaciente de que
necesito respirar sin importar que pueda suceder. El mundo ha sido mundo desde
mucho antes de mi, seguirá siéndolo seguramente después de mi. Entonces que me
preocupa. Mi mundo. Yo como individuo, como ser unipersonal ensimismado y egoísta.
Realmente en ese plano de ideas, la realidad me reconforta tremendamente al
entender que no hay mal que por bien no venga –sabiduría cósmica- que no hay
mal que dure cien años, ni cuerpo que lo aguante. Lo que ha debido de ser, será.
El río, al final de los días, recobrara su cauce y arrasara a la mas erguida de
represas.
Descansaran desde hoy todas mis angustias, porque me lo
merezco. O al menos eso espero.