Dar de si hasta que te duela, y
cuando te duela da mas.
Más o menos así van las frases
de una, no sé cómo llamar, “celebre beata”. Dar de nosotros mismo hasta el
dolor extremo, y cuando nos duela, es señal de que estamos dándonos bien, y es
entonces, ese, el momento, de darnos más.
No sé por qué siempre interprete
esas palabras como la premisa de amor más explícita y pura, como el extracto, la esencia
misma del amor. Realmente nunca me detuve a hacer un análisis de por que lo
creía así. Lo más seguro es que haya pensado que al tratarse de una monja,
solo podía hacer referencia al amor.
Pero que es el amor en sí. Me cuestión
al no tener una respuesta lo suficientemente convincente para mí. Que conozco
de amor, alguna vez he amado, alguna vez me han amado. La única respuesta que
aflora ante todos estos cuestionamientos es, no lo se!.
Leí todos tus libros favoritos,
esperando a que tú leyeras los míos. Que tanto de amor puede haber en una
acción, que ante los ojos de cualquiera puede ser vista como irrelevante, pero que
ante la persona indicada, puede ser la diferencia entre todo y nada.
Eso es amor, la acción justa en
el momento indicado. Es como un vals, un compás de ires y venires, de acciones
que en reciprocidad orquestan un ritmo, un bello espectáculo para el más
selecto de los públicos, la pareja que se ama. No lo sé, la verdad, son solo
conjeturas.
Que hay entonces de ese que
entrega todo de sí y que aguarda de vuelta por las mismas acciones de
manifiesto cariño, que como ante un espejo, espera se remeden a la perfección sus movimientos,
sus pasos. Es eso el amor. Un perfecto reflejo de lo que queremos recibir de
los otros, pero de parte nuestra.
Mientras más nos entreguemos, más recibiremos, más grande se hará el amor, más
idealizado y cercano a la perfección. Y en sí, es esa la receta. Aunque debo
admitir, que a ciencia cierta no lo sé, también debo decir que me suena egoísta
y pretencioso. Acaso, que hay de amor en lo que se ve como un arreglo de mutua
conveniencia, de dar esperando recibir.
Que hay entonces del amor no correspondido, aso ese no es amor
verdadero. Diste y no recibiste.
Dar de sí hasta que nos duela, y
cuando nos duela es señal de que nos debemos seguir dando
Cuando amamos, estamos actuando o
sintiendo. Si son solo acciones, qué sentido tienen estas, y que hay de
aquellas que no reflejan ningún tipo de interés, son esas también amor. Si el
amor es sentimientos, que creo que así lo es, entonces que tanto podemos amar,
que tanto y hasta donde podemos entregarnos, y a quien o a que, cual es el límite.
Quizá, pretender encajar el amor en rótulos sea algo forzado y arbitrario. Puede
ser que el amor sea una mezcla de acciones y sentimientos o, por que no, un
conjunto de todo. Una vez escuche que “El arte es todo aquello que sea hace con
amor, que si amamos lo que hacemos, estamos haciendo arte” y quizá sea esta la
premisa más cierta, el postulado mismo del amor, y haya que dejar de pensar
simplemente en amor, y empezar a pensar en el arte de amar. Quizá si amamos
todo lo que hacemos, estamos entregando una parte sincera y desinteresada de nosotros
mismo. Qué actuación más pura sino esta que de verdad se siente.
Parece tonto y estúpido creer que
el amor es la entrega absoluta y ciega de nosotros mismos. Que cuando amamos de
verdad y somos capaces de reconocerlo, es entonces cuando verdaderamente estamos
preparados para entregarnos. Que al recordar, que es totalmente cierto eso de
que “para poder amar, primero hay que amarnos a nosotros mismo” para que así, lo que entreguemos sea amor. Que aunque egoísta, es una acción de
total entrega, en la que no se está esperando, ni siquiera buscando recibir
algo a cambio. Que así debe ser la manifestación pura del amor en nosotros, ese que se complace solo en entregarse. Que no
es tonto consumirnos en él, que el hecho
de no esperar remuneración no es una acción desmedía, que por el contrario, se
vuelve egoísta, pero con aquel que no tiene nada que entregar, que solo puede
recibir. Y es que así es el amor. Que cuando entendemos que el acto primero,
inicia en nosotros y que la felicidad se produce al ahogarse en lo que se ama,
y que en absoluto es esa la verdadera experiencia de amar. Que ese egoísmo
consiente, al que solo le importa entregarse, es la meta máxima del amor. Quizá
nos duela, nadie ha dicho que será o no así, pero hay que recordar “El amor
tiene aristas, y que son sus heridas las que nos mantienen vivos”, que hay
quienes no están ni preparados para recibir, y que ante dicha incapacidad, se
abruman ante lo recibido, lo regalado.
Como consuelo para esto últimos
nos queda, que el hecho de amar con dolor, puede que no sea más que el reflejo
camuflado de la arraigada cultura judeo-cristiana en la que hemos crecido y que no son más que las palabras de una mujer
anciana y religiosa, que busca darle validez a un amor que nos cuesta entender,
a ese que se nos entregó sin razón, aun
doliendo, sin la certeza de que sería reconocido, sin la intención de recibir
nada a cambio, de ese que viniendo de un ser supremo, se entregó como muestra
pura y ejemplo de amor de verdad.
Consuelos, solo consuelos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario