30 de febrero
Se fue un mes más, y con el mi inspiración.
Así como a la espera de ese 30 de febrero que nunca llegara, mi inspiración para
seguir posteando brillo por su ausencia.
Realmente han sido muchos los
temas de los que he deseado escribir. De hecho, he pensado hasta en apuntarlos,
en forma de lista, y esperar el momento justo para redactar las ideas. Pero realmente
que es lo que me ha pasado?. La espera se prolongó. Cada plazo cumplido solo
era una postergación manifiesta. Realmente me embarga la duda. ¿Fue falta de inspiración
o de ganas? Es que el hecho de tener las
ideas, pero no poder desarrollarlas, me
dificulta un poco entender lo que me pasa.
Plantearme el dilema del tiempo
perdido, al igual que las oportunidades, y tantas otras cosas que se pierden, que se van y no regresa o se recuperan (como
las relaciones de pareja L),
seria torturarme un poco, pero me es inevitable no hacerlo. Quisiera realmente
creer que nada está perdido, que podre realmente sacar de “simplemente ideas” y
materializar de alguna forma todo lo que pienso. Ciertamente no sé de qué va
todo esto. No sé si tiene algún propósito claro, alguna pretensión que
realmente no logro comprender o me niego a aceptar. Obvio todos hemos pensado
en ser escritores, tener hijos, plantar un árbol. Bueno, y es que de que otra
manera puede estarse vivo sino de esta?.
Quisiera que todo fuese tan
sencillo como eso. Una simple pretensión mas, al estilo de un (que se yo)
pseudo cliché kitsch de alguna sociedad poco remota y obvio muy esnobista, que pretende
trivializar la verdadera razón a la existencia humana, con ideas sencillas pero
trascendentales. Pero es que en este caso, es exactamente eso, lo significativo
de las cosas simples, esa posibilidad que es solo humana. Dejar una huella,
retribuirle a la tierra un poco por lo tanto que nos ha brindado, asegurar la
continuidad de un legado.
Releo todo esto, y me siento como
recitando un par de “conceptos nuevos” y mal aprendidos que ahora creo me
definen. Sentir, creer que debo pensar, como necesidad, me frita los sesos. Y
es que convertirme en un ser hueco, vacío, cuasi inerte es un anhelo total, y
ahora ideal para mí. Que ejecutar los pensamientos e ideas de otros me resulta más
atractivo, fácil y de hecho, creo que lo hago muy bien. Quizá y estoy tan vacío
y frío como una máquina. Quizá y siempre he sido eso que tanto temo e idealizo,
y ahora solo me niego a aceptarlo, a
reconocerme. Quizá y somos solo un
colectivo que converge en torno a una idea errónea. Quizá y ese error sea creer
que “debemos pensar”, negarse a aceptar que se nos impongan las idea, que lo
que sabemos dista de la verdad, y que acortar esa brecha depende únicamente de
nosotros, de lo que pensamos y como lo pensamos.
Quizá y el error sea creer que se
está equivocado. Quizá la condena sea esa, a la pretenciosa necesidad de
emendar ese error, que solo nos quede el vagar en el vacío, la nada de una
mente que renegó de todo aquello que por defecto le fue programado para bien,
para auto-salvarse de sí misma.

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