A veces sueño que tengo otra vida, luego despierto y lo
olvido. Pero el recuerdo inconsciente sigue ahí, como una sombra sobre mi
memoria, que al cerrar los ojos, ve en mis parpados, destellos que no logro vislumbrar.
Eso me genera desconcierto, el anhelo de lo que desconozco,
pero que si siento. No puedo entender de momentos, como me hallo meditando sobre ideas
de la nada. Desearía profundamente que un día entre sueños consiga un poco más
de lucidez. Que me permitiera mi mente conservar un recuerdo de algo, que así
haya sido en medio de lo fantasioso y de lo onírico, se me haya regalado.
Quizá en otra vida soy otro ser, quizá cuando cierro los
ojos me veo a mi mismo observando la lluvia caer y como prisma que refracta la
luz en colores, me veo a mi mismo observándome en otras realidades. Allá mientras
camino por la noche que es fría y la lluvia cae. Y respiro hondo y profundo,
porque es el momento en que se siente más limpio el airea. Los olores de las
pavimentadas, sucias y transitadas callas se pierden y logra emanar de las
entrañas de la tierra ese olor de nuestra esencia, arena mojada. Cierro los
ojos para potenciar mis otros sentidos. Par sentir el golpe de las gotas de lluvia
que caen en mi cabeza, que levanto y las recibo ahora en la cara, muchas, me mojan,
pero las siento, primero al caer y luego corriendo por mi piel. Pienso que ahí donde
estoy, me siento feliz. Abro los ojos para adueñarme de ese momentos, para hacerlo
mío y grabarlo en mi memoria. Como queriendo un poco de consciencia de lo que
me hace feliz, pero grabando para luego recordar, saber a dónde ir. Estoy sobre
un puente peatonal en medio de la ciudad y de la nada, me agarro del manubrio mojado que es metálicos y está helado, me sorprendo, pero no lo suelto porque eso es lo que busco, eso
es lo que quiero. Sentir el momento,
sentirme a mí.
Camino lentamente, bajo el agua que cae, con el frio, en la noche. Veo la lluvia caer gota a gota, y refractarse al pasar por la luz de las farolas del
alumbrado público. Me quedo atento y detenido, ahí, observando. Veo como cae rápido
una gota, y en ella todo un mundo, el universo y luego pasa por la luz. Se refracta,
y con la refracción me transporta, y me veo ahí. Soy yo pero no lo soy. Y estoy
ahí, pero no sé dónde. Lo veo todo pero no a mí, pero si me siento. El cansancio que se posa en mi espalda, las ojeras que se
marcan mucho más allá de lo que la genética tenía planea. La resignación y frustración
de estar envuelto en el resultado de lo que parecen malas decisiones. Estoy ahí,
sentado frente a un computador y no entendió que hago. Logro mecanografiar con
agilidad lo que parece aprendido de memoria, una y mil veces. No entiendo
porque lo hago, pero fluye. Me angustio, ese no puedo ser yo y reniego. Me
veo dar un gran sorbo a una taza de humeante café y se me ilumina el rostro. Me reconozco,
ese debo ser yo. No lo entiendo y lo reniego nuevamente. Aunque mi cuerpo y mi
ser parecen encajar en el contexto y realizar sus funciones con total armonía,
una parte de mi mente grita y quiere salir de ahí. No lo entiendo.
La lluvia sigue y cae y con cada gota un mundo de
posibilidades. Nuevamente estoy parado en medio del puente, es de noche y la
lluvia cae, vuelvo a respirar profundo y sentirme pleno. Me asusto de momentos
con el fugas recuerdo de ese rara experiencia en la que aparecía yo en otra
vida. Me asusto de momento y avanzo, camino afanoso fuera del puente. Me consterna
la idea de la felicidad del momento
vivido, lo lábil de sí misma y la posibilidad de perderle todo, incluso a mí
mismo. Intento de momento, adentrarme en mi mente para conseguir una idea, un
ancla sólida que me dé tranquilidad al respecto de lo seguro que se ve mi ahora. No entiendo
que sucede, volteo y abro los ojos. Se dirige a mí una gran luz. me envuelve.
Soy yo, en mi cama, despertando entre sueño, como de un
episodio de apnea. Estoy muy sudado por los calores propios del verano, me siento
agita. Intento, pero no lo consigo, recordar lo que hasta hace unos momentos sucedía
en mi mente, dormido. Veo el reloj y son las 5 pm. Me debo arreglar para
irme a trabajar. Llego al consultorio, mi incierto turno nocturno de urgencias.
Me sirvo algo de café en una taza y me
pierdo en mi mente. Intento sin frutos divagando y navegando en los recovecos
de mi inconsciente, tratando de encontrar esa parte de mí, en ese lugar que desconozco,
pero que anhelo. Intento aferrarme a un recuerdo incierto, que parece solo una
sombra pero que no logro materializar.
Y aquí estoy, ahora, forzándome a ir, a ser ese otro yo que quizá
solo exista si sueño.
fundación
Abril 2019
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