domingo, 8 de diciembre de 2019

Pasando la MidSommar

Le quedan pocos días al año, 23 para ser exactos. Termina otro años y es inevitable ver atrás. Notar que quizá no hubieron metas concretas, como las que todo el mundo se pone, pero que igualmente esta el sin sabor de no haber logrado nada.
Quizá un titulo, un viaje, algún logro de tipo laboral. Pero no, no es mi caso. Esta vez, nuevamente, me es inevitable pensar en el tiempo pasado, lo transcurrido y ese sentir de perdida y desperdicio.
Me recrimino enormemente cuando pienso en la cantidad de cosas que podría estar haciendo.  En las muchas oportunidades de las que podría hacerme y en lo tanto que quizá muchas personas querrían estar en mi lugar. Y si, me gusta castigarme.
Todo este preámbulo, a manera de relato, con la intención de evadir el grano, el meollo, la razón de la que espero sea una nueva entrada. Una ruptura, un brakeup.
Y uso el termino, porque fue este el que cierto director utilizo para definir el hilo argumental de su ultimo film, o al menos, lo que me contó alguien.
No recuerdo la fecha exacta, por lo que me valdré de mi teléfono. En el, entre fotos y otras tantas muchas cosas, están los boletos electrónicos que me recuerdan la fecha exacta, octubre 10 de 2019, sala cinco de CineColombia Alamedas del Sinu, hora: 06:40 pm sillas G6 y G7. Entraría a la función iniciados los créditos y buscaría mi asiento desde la entrada de izquierda a derecha, así que me tocaría el G6. Realmente hasta ahí todo era fortuito.
De momentos me encontraba ideando planes y actividades que a modo de excusa me permitieran tener momentos y espacios para compartir. La cartelera era escasa y las opciones estaban casi todas agotadas, pues frecuento mucho el cine, así que Midsommar fue la elección.
No llegue con muchas expectativas, pues mas allá del titulo y una lectura a vuelo de pájaro de la sinopsis me permitieron entender que la trama giraría entorno a un evento de verano.
Llegue con solo gaseosa por lo que me permito recordar, quizá con la intención de comer algo a la salida. Me repose en mis posaderas y me desparrame en la silla, dispuesto a adentrarme en lo que seria otra entrega maravillosa de lo que en ese momento desconocía, seria uno de los directores en mi radar. Había tenido la oportunidad, un año atrás, de apreciar en otro cine la fabulosa “Hereditary” y era esta la ocasión para retomar el hilo que conduce la genialidad del hasta ese momento inadvertido para mi Ari Aster.
Y cuento todo esto, queriendo quizá seguir evadiendo el tema. Y es que el diablo siempre se esconde en los detalles. En la silla G7 se sentaba en el que en ese entonces era la razón para tantos parapetos. Para procurar excusas que me permitieran tener espacios de los cuales disfrutar de su presencia. El, quizá mas fascinado que yo, absorbió la película, y se dejó absorber. Pudo googlear en un parpadeo, mientras aún estábamos en la sala, detalles de esta, que nos permitieron notar al director, y su directa relación con su entrega previa. Entrega que a el le había generado tanta o más emoción que a mi.
Veíamos la película, y entre escenas de horror explícito, crudo y aberrante, nos contaban la historia de una chica cuyo rostro se me antojaba al de Emilia Clarke. Y es que en medio de tanta abrumacion visual, se podía entrever una trama. Una chica que vive una tragedia familiar, luego personal y sentimental se encuentra en medio de un contexto/evento social y cultural, por demás trágico y horroroso que termina con un final feliz para esta. Era imposible no fascinarse, no quedar encantado y satisfecho con la entrega. Al salir de la sala, pudimos dar nuestras opiniones un poco mesuradas, por lo reciente y aun no digeridas de las ideas, de lo que fue el film en si. Yo me permití, al llegar a casa, realizar una calificación de 8/10 en mi perfil de iMDb, lo cual me pareció justo, pues era para mi una buena película, pero el 10/10 lo tengo reservado para aquellas que logran conmoverme hasta las lagrimas y este no había sido el caso.
Por su parte, mi acompañante, a quien debo llamar Tony, se permitió leer mucho mas acerca de esta. De lo que inicialmente motivo al director a crear el film. De la elección de la actriz protagónica, sus previas actuaciones, proyectos futuros y opciones en premiaciones. Que su nombre estaba muy alejado al de Emilia o su apellido al Clarke y que por el contrario Florence Pugh era una excelente actriz, con pocos pero aclamados proyectos. Que en su haber tenia galardones por sus maravillosas actuaciones y que seguramente su nombre resonaría muy pronto, por su aparición en la que seguramente seria una película aclamada, Little Women o por su futura aparición en la saga de acción de Marvel Black Widow. Que la película tenia una versión extendida, con escenas extras, disponible en la plataforma de streaming de Apple y que debíamos verla (que luego, con infortunio y sorpresa descubriríamos que no esta disponible en nuestra región). De como el director, el señor Aster, definía la trama de la película en si misma como al historia de una ruptura amorosa, de un brakeup. Y es que de eso va esto. Porque cuando lo pienso y veo las cosas con detenimiento, intentando hacer un recuento de lo pasado en la película, desde el momento preciso del inicio mismo, en la primera escena, se puede apreciar la tragedia amorosa de su personaje principal.
Y es que así a veces nos pasa. Nos entregamos a las mieles del amor y a las aristas de una relación y nos encontramos luego personificando el rol ya sea del “amador” o del “amado”. Y viviendo los dramas, ventajas y pasiones que cada uno de estos trae consigo.
Y retomo todo esto y lo recuento así, porque es que justo ahora, soy yo quien atraviesa una ruptura. El chico del asiento G7 me ha dejado, lo he dejado yo a el, y nos hemos dejado el uno al otro con lo que en palabras textuales escribió como “y mas nunca, déjame en paz”. Y me pregunto yo, en que momento todo termino. En que momento las cosas cambiaron tantos que nuestras acciones parecieran encaminadas a hacernos daño, a generar dolor y no amor. A que los reproches fueran tantos e inevitables que un “y mas nunca, déjame en paz” fuera lo ultimo que nos diríamos. 
En la película, poco antes del final y durante el final en si mismo, los protagonistas se hacen mucho daño entre ellos. Se hieren de forma directa y reprochable ante los ojos de cualquiera. De manera imperdonable dirían algunos, buscando quizá justificar no las acciones, pero si la reacciones. Otros dirían que fue desmedido, que es propio todo aquello de un film de horror visceral y desmesurado, que deberían impedirle al director seguir en su labor y qué cosas así solo pasan en la ficción.
La realidad es que una ruptura no es un momento, no es una palabra en si de final o una conversación extensa de reproches y explicaciones con un final definitivo. No, no es eso lo que determinantemente es una ruptura. Es la historia en si, las dos horas previas de película antes de la escena final, los créditos y la escena postcreditos. Son los “te quiero” mil veces dichos y reprimidos. Los gestos de agrado y los desaires que se roban poco a poco la ilusión.
Y es que no es esto, el hoy, el ahora. Es que son los días previos, lo vivido, son toda esa serie de sucesos que precedieron a esta ruptura, a este brakeup lo que me obligan a decir “te quiero Tony”. Si al chico del “y nunca mas, déjame en paz”. Que aunque no entiendo mucho de todo esto, y aunque entiendo lo definitivo de lo que sucedió, aunque tenga un gran dolor entre pecho y espalda mezclado con mucha rabia, aun y a pesar de todo eso, lo quiero. Que el sentimiento que inicio todo esto era genuino y que estará ahí, mutando en otras formas y maneras, pero que en esencia seguirá siendo el mismo. Y que no se si de ahora en adelante se trate de palabras, pero seguramente si de mi mas grata compañía en una sala de cine.

08-Dic-2019


Moenia - Morir Tres Veces

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