jueves, 8 de octubre de 2015

TBT

Escribirte una carta nunca fue un opción (las razones están de sobra, pero igual, te las puedo enumerar) no soy bueno redactando, no se expresar bien mis ideas, no estoy muy en onda con eso de hacer este tipo de cosas, y creo que las que más me frena, que me ha acompañado desde siempre, No tengo buena letra.
Muchas negaciones, No?? No hago, no sé, no puedo, muchos obstáculos, tonterías que s inventa nuestra mente para fregar consigo misma, con nosotros. Es que es lo no normal, cuando le damos pie a pensar, a que se dé cuenta de que esta sola con sus ideas, que de momento nos presta para obligarnos a pensar. Hacernos creer que algo bueno o malo está pasando. Y  que es necesario pensar un poco más en esto, con el único fin de acompañarse un poco mas de nosotros, de nuestro cuerpo. Que  irónico, sin ella esta vacio; ¡qué paradoja!
Todo este preámbulo, toda estas palabras que sin intención o interés del lector pueden parecer vagas. Palabras que no vienen de mí, que viene de mi mente, que desde hace un tiempo, largo tiempo, ya no está más sola con sus ideas. Que desde hace un tiempo no logra prestarme más sus ideas, pues otras ya le hacen compañía. Pensamiento que ahora ocupan, sino toda mi atención, si la mayor parte de ella. Ideas ajenas, pero grandiosas ideas, que lograron hacer lo que nunca creyó capaz, robar su atención, generar admiración.
Fue como perder su propia conciencia para adoptar una distinta, la de alguien más. No mejor, ni peor, solo diferente, diferente y bella. Si, esa es la razón.  Que aunque pueda parecer fea, mera locura, fue esa la esencia de la razón, belleza.
Ideas ajenas que llegaron a acompañar sin ser invitadas, pero que lograron ocupar el mejor de los lugares, que ella, su razón, encontró para darles. Ahí junto a ella, muy cerca a ella, casi una sola. Y digo casi, porque la idea siempre se conserva intacta, pero mi conciencia no. Ella quiso hacerla suya, hacerse suya, hacerse una, y en algún momento asi lo sintió, pensó realmente que era así.
Ahora en un arranque de cordura se da cuenta de que eso no es lo que tiene, que no fue eso lo que tuvo, y que no sabe si tendrá.
Es por eso, que en un arranque de valentía decide tomar mi cuerpo y escribir estas palabras exactas, precisas, y si, también bellas. Queriendo parecerse a ti, buscando generar en ti esa admiración y emoción que un día sintió por esa idea.  Queriendo que la hagas tuya, hacerte suyo, hacerse uno, y por que no, nuestros.
Yo ahora soy solo un chico en sus 20 años, pensado en no equivocarse, sin darse cuenta de si lo está o no haciendo. Un chico que vaga en los días, y nada más que una idea de belleza, asombro, emoción. No sé si llamarla como muchas, o decirte como una. Ya no sé si eres como te veo, muchas cosas, o solo una, como te pienso. Ahora, solo sé que son, eres, muchos, uno, el motivo, las razón,  mi valentía. Porque soy yo, mente y cuerpo, vagando en palabras, razones, peros y excusas, afrontándolos y superándolos, buscando verme valiente, bello y fuerte, como la idea que un día simplemente llego a mí.



Mayo 2014

lunes, 15 de junio de 2015

"Solo" Una Pelicula...

Hace ya un par de días vi, en el “estado” de red social de un amigo, como hacia publica su primera experiencia asistiendo solo, sin compañía alguna, valga el pleonasmo, a cine. Realmente me resulto curioso, pues no pude evitar recordar como hacia un par de años me encontraba yo mismo en  similar situación y que hoy, con dicho mensaje, traía a mí aquella experiencia. Con esto no pretendo generar escaramuzas o lazar juicios reprobatorios, ni de su actividad en particular o del hecho que lo haya publicado en redes sociales. Es que realmente el no poder evitar traer aquella sensación inequívoca de autocompasión, hace que me resulte bastante extraño el obvio paralelo en ambas experiencias, que siendo la misma, brindaron para ambos sentimientos que resultan a todas luces dispares.
Era yo en aquel entonces un chico de no más de 18 o 19 años, estaba en la universidad y gozaba de ni nada celebre apatía social. Y me permito decir que “gozaba”, porque realmente para mí, era un goce compartir conmigo mismo, hacer por mi cuenta lo que para la mayoría, sin explicación alguna a mi juicio, requería imperiosamente de la compañía de algún par.  Gozaba tomar solo mis apuntes en clase, apuntes que guardaba con todo el celo y que me permitían, si bien no ser el mejor de la clase, cosa que nunca me ha trasnochado, si conseguir las notas para lograr aprobar mis materias en curso. De  igual forma gozaba de no tener compañía sentimental, en aquel entonces era yo la versión adolescente y solo un poco más “masculina” del personaje de Jossie Geller interpretado por Drew Barrymore en su película “Jamás besada”  –me permito anotar aquí que, perfectamente podrían estar basadas en mi vida todas las historias de las películas realizadas por esta chica, obviamente exceptuando las más celebres, pues no he vivido la fortuna de tener por mascota un alienígena, ni un grupo de súper amigas guerreras y asesinas bajo el mando de una especie de radio contestador parlante, aunque si he sufrido una especie de amnesia ante la que cierto “ex” ha realizado en numerosas ocasiones una suerte de ritual conquistador ante el cual siempre he caído rendido–. Disfrutaba de mirar en la silla de cualquier esquina como la gente convulsionaba su nada convulsionado ser, por lo que a mi parecer, eran a todas luces tonterías, ejemplo, la impuntualidad de algún acompañante o los mensajes de texto de algún enamorado que amanera de confidencia se confiaban entre amigos. Sé que podrá parecerles, al igual que a mí, que a esa edad, aquellas conductas pasarían apenas por propias y que yo, por el contrario, era perfectamente una especie de freak o anormal pero, me permito decir a mi favor, que siempre he sido un buen observador y que en aquel entonces, era yo, como escuche en un programa de tv, un “cínico de mierda”, les estoy hablando de entre los 15 y los 20 años.
Goce tanto que, al final, termine por sentir culpa, culpa de gozar por mi cuento lo que otros rechazarían de tajo al imaginarse solos en aquellas circunstancias. Y es que así termino por pasarme a mí. La culpa me llevo al rechazo, y el rechazo a la desesperación. Estaba ya en los avatares propios de aquella experiencia cuando un día, solo, en algún cine, provisto de un gran vaso  de gaseosa sabor uva y un pequeño, muy pequeño, balde de crispetas – maíz explotado – me disponía a entrar a la que sería mi confrontación con un lado no tan grato de mi para entonces, muy apersonada realidad. El único cine local gozaba de una impopularidad que me resultaba placentera, las funciones iniciaban pasado el mediodía, no asistían más de 15 o 20 espectadores, se podía aprecia el peliculón de turno estrenado semanas atrás en Hollywood, o de las para mí, muy disfrutadas y placenteras películas de Disney. No había mucha cabida en aquellas salas para el cine nacional, ni mucho menos para el independiente. Solo los títulos con más revuelo podían exhibirse en aquellas pantallas, procurando así, no diezmar el ya diezmado número de espectadores que acudía no muy fielmente, al igual que yo, a distraerse un rato.
Corría un jueves por la tarde y salía de mi última clase de la semana, pues por fortuna, ese semestre los viernes solo tenía una clase que tuvo que ser reprogramada en otro día, según, por motivos de “agenda” del encargado en dictarla. Así que me dispuse a ir, aun en uniforme, al cine. Llegaría a la función más próxima. Al no ser nada programado, no sabía que se exhibiría en cartelera o en que horarias eran las funciones, por tal razón, no  tuve mayor pretensión ni reparo al comprar un boleto en la función de pasadas las 04:30, filas generales, pues no podía permitirme la exuberancia de pagar uno preferencial solo por sentarme unas sillas más arriba. Vería “Proyecto X”, uno de esos títulos que ya había visto en promociones de la tv y que anunciaban con mucha meticulosidad y reserva, lo cual para mí, despertó algo de interés. Pensaba que era una peli de terror. Provisto como les decía, de gaseosa y criptas, entre a la sala de cine. Esta vez, más allá de no tener acompañante, tamaña sorpresa la mía fue, al notar que no tenía compañía alguna, la sala estaba totalmente sola. Me acomode en mi silla, se apagaron las luces, pasaron los anuncios y propagandas al igual que en la tv y, finalmente, inicio la película. En aquel momento pensé que seguramente habría de entrar alguien en el trascurso de la película. Nada de raro tendría que algún espectador se hubiese retrasado o que quizá, encontrase en aquella función ya iniciada y sin mucho interés, simplemente un momento de escape. La película para mi sorpresa, no iba de fantasmas o aliens, ni nada al estilo expedientes X como inicialmente pensé. Se trataba de un grupo de amigos que decidía hacer una gran fiesta con el único fin de ganar gran popularidad y aceptación en sus últimos años del colegio, y así, conseguir más amigos. Vaya sorpresa la mía, amigos. No me vendría mal aunque sea uno solo de esos pensé, por lo menos, para que se siente dos filas abajo y me haga algo de prudente compañía. La película alcanzo su punto clímax, el cual para mí, pasó inadvertido y de igual forma su desenlace. Una vez terminada, note que nadie más había entrado en la sala. Me pare enseguida procurando la salida mientras pensada, no tienes por qué esperar, nadie más está saliendo, así que puedes irte sin demoras. Pensé que de igual forma durante la función no hubieron esas risas de espectadores imprudentes, como recordándome que lo que estaba pasando en ese justo momento, al igual que a mí, les parecía gracioso. Tampoco hubo esas peticiones de silencio de aquellos asistentes un poco más acuciosos que me hicieran pensar que, justo en ese momento, debía poner especial atención pues, seguramente estaba pasando algo de sumo interés. Pensé que me sentía solo, y digo pensé pues, hasta ese entonces, aunque había estado sin compañía, nunca había experimentado la soledad. Ya camino a mi casa, esta vez sin el respectivo y merecido cono de cremoso helado que era costumbre a la salida del cine, no con muchos ánimos, pensaba. Pensaba en la dualidad de todo, en que si bien quería, podía verle el lado bueno a todo lo sucedido, no tener que esperar para levantarte de la silla o soportar los ruidos incómodos durante la película era, con seguridad, algo muy bueno. Si bien quería, todo podía ser bueno, aunque así no lo sintiera. Pensé en, mí una vez, muy apersonada y gozosa soledad, en que de todo era bueno un poco, pero que en exceso, quizá no venia del todo bien. Pensé en que ya aquello no lo disfrutaba tanto.

Si bien quiere verse, mi relato podría ser de una experiencia cargada de algo de desventura, sobre todo si se compara con el estado de aquel amigo mío. Pero a lo que voy es, que si bien hay disfrute en la soledad de algunas cosas, también la compañía en aquellas mismas, puede ser una experiencia bastante provechosa y disfrutada. Experiencia la cual viví años después, nuevamente en una solitaria sala de cine, pero esta vez, con un justo y oportuno comentario de mi acompañante, “tenemos la sala del cine solo para los dos”.


martes, 31 de marzo de 2015

A lo vanilla sky

A lo vanilla sky

No les ha pasado, alguna vez en la vida, que todo parece extrañamente ir “bien”? Es esa rara sanción de que aunque se tengan problemas, estos, nos parecen ciertamente irrelevantes y nos permitimos ver al cielo, apreciar su magnífica magia, ver la gama de los, hasta ese momento, inadvertidos colores.
Ciertamente a mí me ha pasado. Propiamente ayer fue un día de esos. No pode evitar que llegara a mi mente esa escena de aquel cielo tornasol que adornaba el paisaje de aquella calle en la que tom cruise se levantaba luego de embeberse en la inmundicia, en la desgracias. Y no es propiamente esa figura de derrota la que busco que resaltar, bueno, creo que he dejado en claro que es otra mi intención, que estas palabras van dirigidas a la belleza, a esa que nos acompaña en todo momento, y que de momentos, se nos dificulta apreciar.
El, un hombre adinerado, por de más bello, que parece tenerlo todo, mucho más de lo que a cualquiera de nosotros pudiese faltarnos. Y es que la “perfección” parece siempre estar asechada por el fracaso, la desgracia, caídas en picada desde lo más alto. Y eso parece ser algo que ha olvidado el protagonista que, enajenado de su perfecta realidad, se adentra en una tormentosa aventura amorosa, capaz de hacer sentir identificado a cualquiera de los espectadores. Y es que cuantos de nosotros no nos hemos visto empañado nuestro presente, pasado o futuro por una desventura amorosa? Pareciera que es el desamor el mal común en todo aquel que férreamente o no se dispone a alcázar el éxito. De buenas en el juego, de malas en el amor.
Ciertamente releo esto luego de unos días, un escrito inconcluso, que ahora parece no tener mucho sentido en ninguna de sus líneas. El cielo ahora es oscuro y me rehúso a creer que es esta la realidad. Como saber cuándo debo despertar?, será que no me he percatado de la pesadilla en la que ahora se ha convertido mi realidad? Por qué es mejor un sueño placido de cielos despejados?
Ya es 31 de este mes, más de 30 días de plazo para terminar este post, y ciertamente no puedo, ahora ha cambiado completamente el panorama. Encuentro ahora valido cualquier sea el medio que empleemos para huir de la que, aunque parezca bella, sea una horrenda realidad.
Ciertamente ya no distingo lo onírico de lo real, me resulta ahora imposible saber si estoy durmiendo o despierto, me es preciso aclarar que no sé qué es mejor, si soñar una vida o vivir un sueño.
Quien va a pedirme que despierta?... con un bello susurro que rece “abre los ojos”
Ya me da tanto ocho como ochenta.

viernes, 27 de febrero de 2015

30 de febrero

30 de febrero
Se fue un mes más, y con el mi inspiración. Así como a la espera de ese 30 de febrero que nunca llegara, mi inspiración para seguir posteando brillo por su ausencia.
Realmente han sido muchos los temas de los que he deseado escribir. De hecho, he pensado hasta en apuntarlos, en forma de lista, y esperar el momento justo para redactar las ideas. Pero realmente que es lo que me ha pasado?. La espera se prolongó. Cada plazo cumplido solo era una postergación manifiesta. Realmente me embarga la duda. ¿Fue falta de inspiración o de ganas? Es  que el hecho de tener las ideas, pero no poder desarrollarlas,  me dificulta un poco entender lo que me pasa.
Plantearme el dilema del tiempo perdido, al igual que las oportunidades, y tantas otras cosas que se pierden,  que se van y no regresa o se recuperan (como las relaciones de pareja L), seria torturarme un poco, pero me es inevitable no hacerlo. Quisiera realmente creer que nada está perdido, que podre realmente sacar de “simplemente ideas” y materializar de alguna forma todo lo que pienso. Ciertamente no sé de qué va todo esto. No sé si tiene algún propósito claro, alguna pretensión que realmente no logro comprender o me niego a aceptar. Obvio todos hemos pensado en ser escritores, tener hijos, plantar un árbol. Bueno, y es que de que otra manera puede estarse vivo sino de esta?.
Quisiera que todo fuese tan sencillo como eso. Una simple pretensión mas, al estilo de un (que se yo) pseudo cliché kitsch de alguna sociedad poco remota y obvio muy esnobista, que pretende trivializar la verdadera razón a la existencia humana, con ideas sencillas pero trascendentales. Pero es que en este caso, es exactamente eso, lo significativo de las cosas simples, esa posibilidad que es solo humana. Dejar una huella, retribuirle a la tierra un poco por lo tanto que nos ha brindado, asegurar la continuidad de un legado.
Releo todo esto, y me siento como recitando un par de “conceptos nuevos” y mal aprendidos que ahora creo me definen. Sentir, creer que debo pensar, como necesidad, me frita los sesos. Y es que convertirme en un ser hueco, vacío, cuasi inerte es un anhelo total, y ahora ideal para mí. Que ejecutar los pensamientos e ideas de otros me resulta más atractivo, fácil y de hecho, creo que lo hago muy bien. Quizá y estoy tan vacío y frío como una máquina. Quizá y siempre he sido eso que tanto temo e idealizo, y  ahora solo me niego a aceptarlo, a reconocerme.  Quizá y somos solo un colectivo que converge en torno a una idea errónea. Quizá y ese error sea creer que “debemos pensar”, negarse a aceptar que se nos impongan las idea, que lo que sabemos dista de la verdad, y que acortar esa brecha depende únicamente de nosotros, de lo que pensamos y como lo pensamos.

Quizá y el error sea creer que se está equivocado. Quizá la condena sea esa, a la pretenciosa necesidad de emendar ese error, que solo nos quede el vagar en el vacío, la nada de una mente que renegó de todo aquello que por defecto le fue programado para bien, para auto-salvarse de sí misma.



martes, 6 de enero de 2015

Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal... Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más.

Dar de si hasta que te duela, y cuando te duela da mas.
Más o menos así van las frases de una, no sé cómo llamar, “celebre beata”. Dar de nosotros mismo hasta el dolor extremo, y cuando nos duela, es señal de que estamos dándonos bien, y es entonces, ese, el momento, de darnos más.
No sé por qué siempre interprete esas palabras como la premisa de amor más explícita y pura, como el extracto, la esencia misma del amor. Realmente nunca me detuve a hacer un análisis de por que lo creía así. Lo más seguro es que haya pensado que al tratarse de una monja, solo podía hacer referencia al amor.
Pero que es el amor en sí. Me cuestión al no tener una respuesta lo suficientemente convincente para mí. Que conozco de amor, alguna vez he amado, alguna vez me han amado. La única respuesta que aflora ante todos estos cuestionamientos es, no lo se!.
Leí todos tus libros favoritos, esperando a que tú leyeras los míos. Que tanto de amor puede haber en una acción, que ante los ojos de cualquiera puede ser vista como irrelevante, pero que ante la persona indicada, puede ser la diferencia entre todo y nada.
Eso es amor, la acción justa en el momento indicado. Es como un vals, un compás de ires y venires, de acciones que en reciprocidad orquestan un ritmo, un bello espectáculo para el más selecto de los públicos, la pareja que se ama. No lo sé, la verdad, son solo conjeturas.
Que hay entonces de ese que entrega todo de sí y que aguarda de vuelta por las mismas acciones de manifiesto cariño, que como ante un espejo,  espera se remeden a la perfección sus movimientos, sus pasos. Es eso el amor. Un perfecto reflejo de lo que queremos recibir de los otros, pero de parte  nuestra. Mientras más nos entreguemos, más recibiremos, más grande se hará el amor, más idealizado y cercano a la perfección. Y en sí, es esa la receta. Aunque debo admitir, que a ciencia cierta no lo sé, también debo decir que me suena egoísta y pretencioso. Acaso, que hay de amor en lo que se ve como un arreglo de mutua conveniencia, de dar esperando recibir.  Que hay entonces del amor no correspondido, aso ese no es amor verdadero. Diste y no recibiste.
Dar de sí hasta que nos duela, y cuando nos duela es señal de que nos debemos seguir dando
Cuando amamos, estamos actuando o sintiendo. Si son solo acciones, qué sentido tienen estas, y que hay de aquellas que no reflejan ningún tipo de interés, son esas también amor. Si el amor es sentimientos, que creo que así lo es, entonces que tanto podemos amar, que tanto y hasta donde podemos entregarnos, y a quien o a que, cual es el límite. Quizá, pretender encajar el amor en rótulos sea algo forzado y arbitrario. Puede ser que el amor sea una mezcla de acciones y sentimientos o, por que no, un conjunto de todo. Una vez escuche que “El arte es todo aquello que sea hace con amor, que si amamos lo que hacemos, estamos haciendo arte” y quizá sea esta la premisa más cierta, el postulado mismo del amor, y haya que dejar de pensar simplemente en amor, y empezar a pensar en el arte de amar. Quizá si amamos todo lo que hacemos, estamos entregando una parte sincera y desinteresada de nosotros mismo. Qué actuación más pura sino esta que de verdad se siente.

Parece tonto y estúpido creer que el amor es la entrega absoluta y ciega de nosotros mismos. Que cuando amamos de verdad y somos capaces de reconocerlo, es  entonces cuando verdaderamente estamos preparados para entregarnos. Que al recordar, que es totalmente cierto eso de que “para poder amar, primero hay que amarnos a nosotros mismo” para que  así, lo que entreguemos sea  amor. Que aunque egoísta, es una acción de total entrega, en la que no se está esperando, ni siquiera buscando recibir algo a cambio. Que así debe ser la manifestación pura del amor en nosotros,  ese que se complace solo en entregarse. Que no es tonto  consumirnos en él, que el hecho de no esperar remuneración no es una acción desmedía, que por el contrario, se vuelve egoísta, pero con aquel que no tiene nada que entregar, que solo puede recibir. Y es que así es el amor. Que cuando entendemos que el acto primero, inicia en nosotros y que la felicidad se produce al ahogarse en lo que se ama, y que en absoluto es esa la verdadera experiencia de amar. Que ese egoísmo consiente, al que solo le importa entregarse, es la meta máxima del amor. Quizá nos duela, nadie ha dicho que será o no así, pero hay que recordar “El amor tiene aristas, y que son sus heridas las que nos mantienen vivos”, que hay quienes no están ni preparados para recibir, y que ante dicha incapacidad, se abruman ante lo recibido, lo regalado.

Como consuelo para esto últimos nos queda, que el hecho de amar con dolor, puede que no sea más que el reflejo camuflado de la arraigada cultura judeo-cristiana en la que hemos crecido  y que no son más que las palabras de una mujer anciana y religiosa, que busca darle validez a un amor que nos cuesta entender, a ese que se nos entregó sin razón,  aun doliendo, sin la certeza de que sería reconocido, sin la intención de recibir nada a cambio, de ese que viniendo de un ser supremo, se entregó como muestra pura y ejemplo de amor de verdad.

Consuelos, solo consuelos.